lunes, 14 de marzo de 2011

De la mano de Cabrera, autor de dos goles y dos asistencias (una a Silvera y otra a Jairo Castillo),


Independiente goleó 4-0 a Newell´s y le puso fin a una racha de 13 partidos sin ganar por torneos locales. Mohamed respira más tranquilo.

Hay un dato no menor, un argumento necesario de ser nombrado para no cometer el pecado de caer en la confusión: Independiente ganaba 2-0 en su estadio, con su gente delirando y al compás de bombos y platillos, pero no era superior a Newell's. El Rojo se imponía, sí. Pero la Lepra, un equipo que pecó y le ofreció agujeros, no estaba sometida. Todo lo contrario. Si los que estaban arriba eran los de Mohamed, mucho tuvo que ver esa vieja amiga que lo acompañó en la Sudamericana y que lo condenó al inesperado destino de agarrar la calculadora en el Clausura: su contundencia.

Necesitaba Independiente, ineludiblemente, obligatoriamente, amigarse con esa contundencia que lo hizo campeón. Apareció en ese disparo potente de Parra, para que Cabrera tomara un suculento rebote de Peratta. Brotó en ese shot desde afuera del volante por derecha -recibió solito en un hueco apetitoso-, que pegó en la rodilla de Schiavi y se coló. Independiente, como nunca desde que el maldito 2011 lo recibió, ganaba por duplicado en apenas once minutos y así calmaba a un Libertadores de América que pudo haber bramado si el equipo no respondía con ligereza.

El Rojo tuvo un comienzo propicio y fue el gol de Silvera, golazo por su gestación (gran pase de apertura de Pellerano y buena asistencia atrás de Cabrera), el que hizo germinar, logró que fluyera, ese carácter dominante en Independiente. Ahí, cuando se percató de las falencias que le otorgaban el mediocampo y la defensa rival, se propuso ser –y fue- criterioso con la pelota. Buscó a Patito Rodríguez, casi el único con pie cuerdo –junto a Cabrera- en este esquema que paró el Turco, que tuvo poco punch. Y esperó y pensó cuándo, cómo y por dónde meter las contras.

Era "la" fecha para despegar de esos maliciosos 13 partidos sin victorias. Para exorcizar al Demonio que quería empujarlo al fondo del Infierno. Las derrotas de All Boys, River y Tigre le dieron a Independiente la posibilidad de un benéfico reacomodamiento en la tabla de los promedios. Ahora, los mira desde arriba (tiene los mismos puntos que el Matador) de la tabla roja gracias a una victoria que lo impulsa, lo estimula, lo hace volver a creer en sí mismo. El último gol, con esa pelota empalada de Cabrera y gran definición por arriba de Jairo, lo demuestra. Después de todo, es esa, creer en sí mismo, la única de las salidas.

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