martes, 8 de marzo de 2011

Los hinchas insultaron al equipo y debieron aguantar cargadas en Sarandí.


El 8 de diciembre de 2010, el hincha de Independiente le rendía tributo a un plantel que lo devolvía a la gloria copera al ganar la Sudamericana y al clasificarse a la Libertadores, la novia de siempre.

El 8 de marzo de 2011 el hincha de Independiente lee estas líneas con la preocupación de tener que jugar la Libertadores mientras el equipo no detiene su caída en los torneos locales: está a sólo un peldaño de igualar la peor racha histórica sin triunfos, es el peor de la temporada (con 16 puntos en 23 partidos) y debe empezar a rezar para que Olimpo (sobre todo) y Quilmes no empiecen a sumar muchos porotos y le hagan sentir el frío temor del promedio helándole la nuca. Increíble, pero real.

Ya venía de un cachetazo en Quito (0-3 ante Liga, con la altura como atenuante) y este 0-3 duele más, porque los ecuatorianos no se les mofaron por el promedio. En el Julio Grondona sí se escuchó “el que no salta se va a la B”.

En el primer tiempo, el equipo volvió a ser un reflejo fantasmal del que ganó la Sudamericana. Y por eso saltaron los primeros insultos de los hinchas propios que, aun sin ser masivos, empiezan a marcar cómo sube el mercurio en el termómetro: Independiente rifó, en apenas tres meses, el crédito logrado en la épica ante el Goiás.

El 2-0 de Krupoviesa disparó los primeros calores (“jugadores, la c... de su madre...”, o “no somos Racing” o “el Rojo ponga huevo”). La escasez de reacción de ahí hasta el entretiempo los acentuó (mientras la barra se esforzaba por taparlos) y algunos plateístas amagaban con tirarse al campo para insultar al equipo. El cambio de actitud en el segundo tiempo los aplacó, pero hubo gritos en las puertas del vestuario visitante.

De los reproches salió indemne Mohamed, quien por primera vez se fue sin hablar. Es el reflejo abrumado de un técnico que dirige un equipo capaz de demoler en un tiempo a Peñarol por la Copa y luego reptar en el Clausura. Los refuerzos no reforzaron, los emblemas ya no sostienen y las figuras son decorativas. Ni Hilario está dando garantías. Es la realidad de un equipo que rompió la misma copa que levantó tres meses atrás

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